Javier García-Pelayo fotograma de la película de Lucia Seles

The bewilderment of chile” (Lucía Seles), Premio especial del Jurado Bafici 2025, sigue recibiendo muy buenas críticas y muy buenas reacciones en foros de Latinoamérica, así que he recopilado una serie de críticas a la espera de que podamos ver pronto esta película en cines o plataformas.

Mientras tanto, yo seguiré indagando y publicando por aquí sus “videos” y sus discos, con los que estoy disfrutando mucho y espero que ustedes también.

«Cuando me daba la impresión de que Lucía Seles iba a alcanzar el limite de su capacidad de creación cinematográfica, sólo quedándole repetir estructura y formas que tanto sorprendieron inicialmente, llega “The bewilderment of Chile” (2025) y, sin dejar de lado su cine personalísimo con todas sus características, me da la impresión de que entra en otro capítulo, más maduro, más serio, encontrando más sentido a lo que plantea, que aventuro que no es aquí otra cosa que una vuelta de tuerca al desasosiego a ese comecome que nos invade, conducidos ambos por tiempos tan revueltos.

Al menos eso he pensado viendo la larguísima introducción de la película, antes de la aparición de su título, que mostrando todo ese mundo que le es grato del entorno de la terminal de La Plata, con sus galerías, farmacias, gimnasio, calles… y confiterías, presenta además una forma bastante diferenciada de la que acostumbraba, con muy frecuentes y entrecortados planos y diálogos.

Los García Pelayo, interpretados por miembros reales o ficticios de la familia, dominan la trama. Es quizás Javier García Pelayo quien, de forma más radical, establece un ‘tour de force’ interpretativo magistral, mostrando ese desasosiego del que hablaba, que abarca también a los demás, cada uno por sus razones, razones que, en muchos casos, se transmiten y relacionan.

Una narradora en off, también en la ficción de la familia, contribuye a esta imagen de seriedad, de drama interior que aflora de todos sus personajes, que en buena parte ofrecen un juego actoral más allá de la caricatura.

Uno de ellos dice una frase para definir el malestar de otro, ese malestar que carcome también, por resonancia y simpatía, su ser, que me ha gustado por definitoria:

No es que sufra, es que está dañado.

Y una nerviosa cámara en mano facilita muchos planos, de poca duración, interponiéndose con otros, como si quisiera participar, ella también, en ese dar vuelta una y otra vez a las preocupaciones.

No quiere decir eso que la película pierda elementos que definían las anteriores. Ahí están esas frases en spanglish comprimido que tanto gusta a Seles hacer aparecer escritas, para ir comentando lo que muestra la pantalla, unos comentarios que, de tan frecuentes y grafía tan compleja, muchas veces dejan escapar buena parte de sus detalles. O las repeticiones en diálogos y situaciones, o, claro está, ahí están también varias escenas para echar unas cuantas risas, entre las que yo destacaría:

-La diatriba contra los franceses que suelta Diego (Gonzalo García Pelayo), el poderoso dueño de las Confiterías Ritz de La Plata, que aunque pueda parecer que obedezca a su ancestral odio a su rival -la elegante cafetería París- parece corresponder a una real animadversión de Seles.

-Los machotes hachas del básquet, que admiten a uno más, Iván García-Pelayo, “para ahuyentarlo de los problemas con su padre”.

-El berrinche que tiene Javier García-Pelayo con el encargado del hotel, que no hay manera que le pase la tarifa de una estancia a lo largo de otoño-invierno.

Pero incluso a una escena que se inicia como comedia, como es la arenga del dueño de la Ritz-Terminal a su staff, para seguir con una seguiriya, tiene en su poso un cierto deje de amargura… manteniendo el tipo: “Todo se va terminando como un sueño que se aleja, pero la Blanca Paloma se queda”».
Juan Manuel García Ferrer.

«»The Bewilderment of Chile» (2025) es la prolongación que demandaba a gritos la previa y excelente «The Urgency of Death«. Lucía Seles titula en inglés y acota en spanglish selesiano porque quiere y porque puede. Cuando alguna vez, como Javier García Pelayo en esta película, te has estrellado contra los protocolos de un recepcionista de hostal, o contra los protocolos de cualquier otro gilí, comprendes mejor estas cosas.

Esta derivación de Seles hacia el mundo de los confiteros gallegos en Buenos Aires ya no contiene tenis, pero se reafirma el baloncesto. Si vos os esforzás, podés ser un Jokic malísimo, pero Jokic. Incluso hay cameo robado del fantástico jugador serbio. Hasta repite el Breogán femenino.

Es una película de enseñanzas e interrogantes, porque ¿tienen amigos los directores de orquesta?, ¿reza la gente de Lugo a mesitas perdidas al fondo de un pasillo? Pueden parecer cuestiones superfluas si tú eres superfluo. Las únicas preguntas decisivas son las que uno mismo se hace a las cero cinco de la madrugada, con esa profundidad y consuelo que te da el cerrarse más, hacia lo invernal.

También concluyes que hay más gente, y por supuesto Lucía Seles, que sabe que no se puede fiar uno de las personas que no son reiterativas. Los reiterativos son majos siempre (observen al Personaje de Paulino, con el que Jeri Iglesias está estupendo). Reiterativa es la necesidad de escuchar un muy bien locutado podcast de la chilena Radio Beethoven. Aunque los chilenos pueden ser tan destructivos como los franceses, a los que sólo redime la violencia de sus taxistas, o como los salmantinos, que contemplan, impasibles, el deterioro del plateresco.

Una información adicional, que me llena de contento, es que el personaje de Diego (Gonzalo García Pelayo) ha tenido intimidad, fuera de campo, con La Mujer de Villa Elisa, que es un mito personal para quien suscribe. Todos los pelayos, aunque a veces puedan sentirse heridos por zarpa de fiera, saben orientarse bien: por libre o en cooperación.

Lucía Seles también aprecia la poética de ser pasajero exclusivo en el autobús nocturno, y la extraña belleza de los mármoles de humilde fachada o de minicentro comercial subterráneo. Incluso la pertinencia de un póster de Van Halen y lo decisivo de las conversaciones entre hermanos en ascensores que, alternativamente, suben y bajan. Si conectas, sabes que tu prioridad absoluta en una visita a Buenos Aires sería conocer las confiterías Ritz, tanto la de La Plata como la sucursal de la terminal de colectivos.

Me resulta imposible adivinar si el cine de Lucía Seles terminará alcanzando la gran notoriedad que merece (arrastra una legión de fans y recibe premios en el bonaerense BAFICI y ya asoma por algunos festivales europeos) o seguirá en el underground porque los espectadores convencionales lo encuentren invertebrado. Pero, a poco que se lo proponga y siga contando con productores cómplices, acabará haciendo esa película que no sólo conquiste a los que ya somos fieles, sino que abra los ojos de audiencias mucho más amplias a su talento, que es de una exactitud de metrónomo bajo el ilusorio desorden.»
Alfonso García.

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