La película más importante del siglo XXI

Todavía con el rodaje de “urgency 03” rondando en mi cabeza, hago un repaso a la que fue su primera parte, “The urgency of death”.

Estrenada el pasado junio en la Cineteca de Matadero, Madrid, y presentada como la película más importante del siglo XXI por Noah Benalal (colectivo Roedor, que ha presentado también su estreno este pasado sábado en el CCEMx de México), fue un impacto absoluto con muchos y muy variados comentarios a la salida del cine, provocando grandes fans desencadenados de Lucía Seles.

Hoy comparto la opinión de una espectadora de su estreno en la Cineteca, y las impresiones de Estrella Millán, que creo que coincide en muchos puntos con las diferentes opiniones de los (impactados) asistentes a su estreno en Madrid y, seguramente, con los espectadores del CCEMx de este pasado sábado.

Opinión de una espectadora:

“Ha sido increíble, me ha gustado muchísimo… Es súper performática… El final tiene 16 minutos absolutamente brutales… Al inicio me estaba sintiendo como un poco mareada, la verdad. Porque no me daba tiempo a leer, y todo pasaba muy rápido y la cámara se movía mucho. Y, luego, es como si hubiese sintonizado. He sintonizado con esa forma de rodar y ya he entrado en el bucle. Me da la sensación de que tiene un punto muy onírico, la película. Ha habido un momento, además, que he tenido conexión con un sueño en la escena del ascensor hacia arriba y hacia abajo. He sintonizado con la película en muchas cosas, en el sentido simbólico que tiene. Lo del número 16 me ha tocado un montón. Buah, quiero ver esto otra vez. La performance final, dando vueltas a ese cementerio. Es un gesto performático, como lo del tatoo. Es algo tan verdadero… Me ha resultado muy impresionante todo. Claro, me he dado cuenta que lo de Lucía es otra cosa”.


Crítica de Estrella Millán Sanjuán:

Entre la ganadora del Gran Premio del Jurado del BAFICI “Terminal Young” y “The urgency of death”, también en el festival, pero fuera de concurso -las dos dirigidas por Lucía Seles-, me decido por la segunda hoy.

Una película sobre la que nos avisó Gonzalo en diciembre que se empezaba a rodar al día siguiente y que surgía de lo imprevisto y en la que él, su hermano Javier e Iván, su hijo, iban a tener protagonismo como los dueños de dos confiterías (cafeterías en España).
Tengo que reconocer que el cine de esta directora me dejó una sensación extraña de incomodidad cuando vi hace unos meses “Smog en tu corazón”, primera de la trilogía del tenis. Pero esa peculiar e indescifrable forma de presentar y entender el cine que me alejaba en la primera parte de la película, fue la que me originó lo contrario en esta de 2023. Me sentía más a gusto con sus códigos, sus movimientos bruscos, sus quiebros y saltos desordenados de unas escenas a otras.

Reconocí su estilo autónomo, hasta “insolente”, que hace del caos su sello, con su inclasificable formato del que no se puede decir tan fácilmente: “recoge esto de tal director, esa escena es un homenaje a tal, esa puesta en escena bebe de…, aporta y hace suyo el estilo de…”.
No, esta directora, rodeada también de una incógnita alrededor de su persona, da un volantazo y desafía las convenciones cinematográficas, crea forma visuales poco transitadas, “destroza” la gramática con la que estamos habituados e instalados. Cierta inercia o vagancia nos resiste al inicio a “trabajar” con su cine, pero nos mantiene despiertos porque nos preguntamos qué estamos viendo y demandamos saber y arrancar lo que hay detrás de esas historias.

Un cine desobediente, descarado, independiente. Con el que te subes a su tren de que no existen normas o te quedas en la estación. Con el que te acostumbras al final a que los rótulos pueden ir ajenos a lo que estás viendo y también se sublevan contra las reglas de la ortografía y lenguaje, creando sus propios neologismos. Con el que las escenas y personajes van y vienen, son sufridores a su forma, niños grandes que explotan en su emocionalidad.

Y, aunque este cine esté realizado a tantos kilómetros de distancia, el haberme encariñado en “Smog en tu corazón” con algunos de esos extravagantes e infantiles personajes que repiten en ésta y ver a Javier y Gonzalo Garcia Pelayo como actores, que me son en este último año tan familiares, me dije: “me siento en casa”.

Y al recorrer el camino de esta, en apariencia, ininteligible pelicula, acompañar a ese tren desde el inicio, escuchar las apetencias vitales de todos los personajes o disfrutar en ese larguísimo travelling de seguimiento a Selena Prat con el piano de Chopin -podría atreverme a decir aquí que vi en algún momento a Antoine Doinel-, me digo que ha valido mucho la pena llegar a ese autobiográfico y emotivo final. Porque esta película habla de las ausencias irreparables.

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