Siempre, en todas las películas de Lucía Seles, me han llamado mucho la atención todas esas personas anónimas que paseaban por las calles mientras ella describía la escena con esos geniales créditos tan diminutos y fugaces suyos.

Mucha gente pasea por las calles en todas las películas, pero lo que me atraía de esos paseantes de Lucía eran las advertencias de ella anticipando “el next video” y los geniales apodos a los viandantes, como “la Patti Smith de Ramos Mejía” (ai dios mio…), “la mujer rara sentada entre las motos”, “el chico de la hermosa campera roja”… Y eso me convertía a mí en una voyeur aventajada, disparando mi voyeurismo al 16, y convertía a esos paseantes en un extra valiosísimo de la película. Tanto he pensado en “la Patti Smith de Ramos Mejía”, que sería capaz de capturar el fotograma, imprimirlo, plastificarlo y rastrear todo Ramos Mejía hasta encontrar a la Patti (que ya amo más que a la verdadera Patti). ¿Sabrá toda esa gente de todos esos robados? “Nada me gustaría más que ser un robado de Lucía Seles”, pensaba.

Todas las mañanas que pasaba con mi perro por delante de estos cilindros en el centro de la ciudad, me acordaba de Lucía Seles. Con mi fetichismo y mi manía habitual, pronto lo hice mi paseo diario, disfrutando mucho de tremendas fantasías matinales con el romanticismo industrial. Me gustaba imaginar que algún genio del vídeo grababa una película sin permiso desde la acera de enfrente o el balcón y, entonces, aparecía yo con el perro arruinando la grabación, o salvándola. Siempre simularía ir escuchando la guitarra clásica de Parodi para hacerme la sorda y el perro tampoco se inmutaría ante la filmación, continuando el paseo como si nada.

En invierno llevaría una bonita campera de capucha azul brillante, en verano unos tenis color blanco puro y los días nublados serían escandalosos hasta hacerle cambiar el guión.

Hace unos días, le pedí a un fotógrafo amigo que me acompañase con su cámara a este sitio tremen 16 y, en un vergonzoso arrebato de voyeurismo-exhibicionismo, le pedí que me hiciese unas cuantas fotos.

Fueron necesarias casi 50 para quedarme satisfecha. Yo misma me entretuve en escribir los créditos.

Oficinista en Levy Pants.

(Foto de Antonio Cadenas)

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